martes, 26 de noviembre de 2013

La transparencia grisácea


Omar Romo.

            La información pública debe estar en manos de todos los mexicanos y el artículo 6° de nuestra Constitución Mexicana lo considera así, con lo que se convierte en un derecho fundamental.

            ¿Qué es lo que hace que este derecho sea importante?

            El ciudadano mexicano promedio a diario paga impuestos regados alrededor de los servicios básicos y lógicamente en los que no lo son, esos impuestos van a las arcas del gobierno que los distribuye para que se transformen de vuelta en servicios para la sociedad y se supondría que estos recursos de los mismos mexicanos deberían recaer en ellos, pero lamentablemente cada vez es más recurrente escuchar de desvíos de fondos, lavado de dinero, desfalcos a las arcas municipales y estatales, etc. Todos estos problemas tienen su raíz en que la cultura de la transparencia no es la que reina precisamente en México.

            Y esto a pesar de la creación de institutos como el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) y sus organismos estatales, en el caso de Sinaloa, la Comisión Estatal para el Acceso a la Información Pública del Estado de Sinaloa (CEAIPES) que se crean a partir de la Ley Federal de Transparencia y cuyas responsabilidades se centran en ser el medio entre los funcionarios públicos y la transparencia de sus cuentas.

            Sin embargo, la tranparencia en nuestro país se torna grisácea, pues aunque la transparencia en el más sentido de la palabra no tiene color, en México se hacen esfuerzos para que sea grisácea y se sabe que cualquier pizca de este se nota a distancia la mancha sobre la transparencia.

            Son múltiples los funcionarios públicos que evaden su responsabilidad hacia el pueblo y olvidan que ellos son quienes los eligieron y mantienen en la posición económica a ellos y a sus familias. Al olvidarse esto, es común encontrarse en el diario notas cuyos encabezados aluden al lavado de dinero, desvío de fondos, etc. Perpetrados por los mismos gobernantes a los que se eligió en una urna.

            El Instituto y sus organismos se vuelven ineficientes al apoyar este tipo de conductas con sus posturas mediocres y suaves ante la transparencia de cuentas.

            Pues aunque se quieren agilizar los procesos para la obtención de información pública, estos se vuelven complejos para una persona que va a necesitarlos por primera vez y se vuelve más una odisea en donde la paciencia es el valor primordial para no decaer en el intento y terminar con una respuesta mediocre en el mejor de los casos.

            No siempre es así, sin embargo la mayoría de las veces si lo es, pues ante información comprometida el gobierno da tibias respuestas, disfrazadas de completas en un lapso de tiempo rayando al establecido, anteponiendo amparos para guardarse la información o de plano catalogarla como confidencial y ahorrarse definitivamente de problemas.

            Esto hace que parezca una típica persecusión gato-ratón, policía-ladrón  al más puro estilo mexicano; teniendo la figura del policía/gato el ciudadano mexicano que recurre al Instituto para obtener información y el gobierno poniéndose la camiseta del ladrón/ratón escapando de las maneras más inimaginables posibles para dar información escueta y con eso lavarse las manos y volver a escapar. Es decir, en un momento se piensa que los tenemos atrapados, en nuestras manos y cuando nos damos cuenta de la realidad estamos en la misma situación de antes, o tal vez peor.

            En México hace falta una cultura de la transparencia, antepuesta por el valor de la honestidad ante todo, pues sin este no va a llegar el primero de ninguna forma. Si se quiere que el país avance, entonces se tiene que trabajar en este punto, pues no hay mejor gobierno que el que transparenta sus cuentas.

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