Omar Romo.
Los
medios, llamados también el cuarto poder, ejercen mucha influencia sobre los
ciudadanos y más, cuando en cierta proporción de la sociedad existen pocas
empresas periodísticas. Todo poder conlleva una gran responsabilidad, y aquí no
es la excepción; se tiene que informar a la gente, ya lo sabemos, pero también
la responsabilidad laboral nos obliga de igual manera a formarla.
El
término deontología, etimológicamente proviene del griego deontos, que significa el deber y logos que significa tratado o estudio y el diccionario de la Real
Academia Española (RAE) lo define como la
ciencia o el tratado de los deberes.
La
deontología, entonces, parte de principios éticos y se forma a través de ellos
y para esto es importante la autorregulación de los medios, es decir, que las
mismas empresas hagan recomendaciones éticas a sus trabajadores y éstos los
asuman voluntariamente. Implica un compromiso valiente hacia los valores
morales y se debe hacer por el simple hecho de amar el oficio y cuidar su
reputación, sin atender a intereses ajenos ni recurrir a la autocensura por
miedos a represiones.
Para
llegar a este nivel, el profesional de la comunicación deberá saber la
identidad que juega en la vida de la sociedad, ya que su trabajo no es
cualquiera, pues se trata de atender a las necesidades de un derecho
fundamental para todas las personas y con esto, coadyuvar a la democracia de
una nación.
Es
importante entonces saber el rol que se juega y ya que se tiene fincado ese
punto, será hora de llevarlo a la práctica, sin embargo existiendo muchas
normas morales no escritas, el periodismo no se puede estancar sólo allí, sino
que ha de formularse normas escritas, pero voluntarias que den un status a la
profesión. A esto se le llama “Código deontológico”. Hay muchos códigos existentes,
las empresas de los medios tienen, en su mayoría uno. Lamentablemente no sirve
de nada tenerlo cuando no se respeta ni siquiera por los altos mandos de un
medio, cuando ganan por publicar lo ajeno a su propio código y cuando de esta
forma, se malinforma a la sociedad.
Habrá
que preguntarse por qué no se cumple. La respuesta es simple, no tiene cargo
alguno contra la persona que lo trasgreda, al menos no penal y cuando mucho se
puede castigar llamándole la atención al empleado mediático, o en el peor de
los casos, despedirlo.
Aquí
es importante marcar la diferencia entre lo legal y lo justo, pues muchos
piensan que son sinónimos pero no lo son. Los códigos deontológicos tienen
mucho qué ver con el derecho y en ellos se puede ver marcada esta diferencia.
Lo
legal es aquello que se apega a la corriente del positivismo jurídico, en la cual se toma el derecho y las leyes al
pie de la letra, sin dar importancia a lo que sucede alrededor del acto
juzgado; en cambio, la justicia es dar a
cada quien lo que se merece y tiene incidencia directa en la realidad, pues
las culturas y contextos en cada región son diferentes y no todo se puede
juzgar de acuerdo al mismo derecho, esta parte le corresponde a la corriente de
la sociología del derecho.
Entonces
se puede concluir que lo legal no siempre es justo.
El
periodista a diario utiliza lenguaje jurídico y para eso es importante manejar
un buen discurso, con argumentos fundamentados en las fuentes que consigue,
como los abogados. De esta forma se verá reflejado en sus productos un escrito
ético, apoyado en la verdad y finalmente, una profesión preocupada y
activamente propositiva hacia la sociedad.
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