martes, 26 de noviembre de 2013

Ética y derecho: cimientos del periodismo propositivo


Omar Romo.

Los medios, llamados también el cuarto poder, ejercen mucha influencia sobre los ciudadanos y más, cuando en cierta proporción de la sociedad existen pocas empresas periodísticas. Todo poder conlleva una gran responsabilidad, y aquí no es la excepción; se tiene que informar a la gente, ya lo sabemos, pero también la responsabilidad laboral nos obliga de igual manera a formarla.

El término deontología, etimológicamente proviene del griego deontos, que significa el deber y logos que significa tratado o estudio y el diccionario de la Real Academia Española (RAE) lo define como la ciencia o el tratado de los deberes.

La deontología, entonces, parte de principios éticos y se forma a través de ellos y para esto es importante la autorregulación de los medios, es decir, que las mismas empresas hagan recomendaciones éticas a sus trabajadores y éstos los asuman voluntariamente. Implica un compromiso valiente hacia los valores morales y se debe hacer por el simple hecho de amar el oficio y cuidar su reputación, sin atender a intereses ajenos ni recurrir a la autocensura por miedos a represiones.

Para llegar a este nivel, el profesional de la comunicación deberá saber la identidad que juega en la vida de la sociedad, ya que su trabajo no es cualquiera, pues se trata de atender a las necesidades de un derecho fundamental para todas las personas y con esto, coadyuvar a la democracia de una nación.

Es importante entonces saber el rol que se juega y ya que se tiene fincado ese punto, será hora de llevarlo a la práctica, sin embargo existiendo muchas normas morales no escritas, el periodismo no se puede estancar sólo allí, sino que ha de formularse normas escritas, pero voluntarias que den un status a la profesión. A esto se le llama “Código deontológico”. Hay muchos códigos existentes, las empresas de los medios tienen, en su mayoría uno. Lamentablemente no sirve de nada tenerlo cuando no se respeta ni siquiera por los altos mandos de un medio, cuando ganan por publicar lo ajeno a su propio código y cuando de esta forma, se malinforma a la sociedad.

Habrá que preguntarse por qué no se cumple. La respuesta es simple, no tiene cargo alguno contra la persona que lo trasgreda, al menos no penal y cuando mucho se puede castigar llamándole la atención al empleado mediático, o en el peor de los casos, despedirlo.

Aquí es importante marcar la diferencia entre lo legal y lo justo, pues muchos piensan que son sinónimos pero no lo son. Los códigos deontológicos tienen mucho qué ver con el derecho y en ellos se puede ver marcada esta diferencia.

Lo legal es aquello que se apega a la corriente del positivismo jurídico, en la cual se toma el derecho y las leyes al pie de la letra, sin dar importancia a lo que sucede alrededor del acto juzgado; en cambio, la justicia es dar a cada quien lo que se merece y tiene incidencia directa en la realidad, pues las culturas y contextos en cada región son diferentes y no todo se puede juzgar de acuerdo al mismo derecho, esta parte le corresponde a la corriente de la sociología del derecho.

Entonces se puede concluir que lo legal no siempre es justo.

El periodista a diario utiliza lenguaje jurídico y para eso es importante manejar un buen discurso, con argumentos fundamentados en las fuentes que consigue, como los abogados. De esta forma se verá reflejado en sus productos un escrito ético, apoyado en la verdad y finalmente, una profesión preocupada y activamente propositiva hacia la sociedad.

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