Omar
Romo.
Sin
lugar a dudas, el día de muertos es una tradición muy mexicana,
pero aunque en todo el territorio nacional se festeja, en cada región
es única la fiesta. En esta ocasión estoy en Mazatlán, Sinaloa;
conocida mejor como La Perla del Pacífico, en donde la muerte es
celebrada de manera muy especial: los colores, la fiesta y la música
hacen de este evento un verdadero carnaval de la muerte...
Son
las ocho de la noche del 01 de noviembre, y la tradicional
callejoneada da inicio en la Librería del Caracol. Catrinas, velos,
vestidos, caras blancas, dientes pintados, excesivas pestañas,
muchas fotos se hacen presentes, pero para darle una particularidad a
la celebración de un manera muy local, la banda sinoalense y
las cervezas servidas en vasos blancos con el sello de Pacífico,
también levantan la mano.
El lugar es la Plazuela Machado,
donde el arte, la música y el turismo se concentran. Pequeña de
tamaño, pero inmensa en historias y cultura; localizada justo a unas
cuadras de la Catedral Metropolitana y el Palacio Municipal,
en el corazón del centro histórico de la ciudad.
La callejoneada siguió su camino: el
Hotel Melville, El Recreo, el Museo Arqueológico, el Museo de Arte y
el Colegio Sinoalense fueron testigos mudos de la fiesta a la muerte
que pasaba por sus instalaciones hasta que llegó a su fin, el
emblema de la ciudad, el Teatro Ángela Peralta.
Más esto no significó el fin de la
fiesta, en realidad fue el principio. En la entrada principal
del citado recinto, el grupo Ensable de Percusiones de la escuela
municipal de música, dirigidos por Manuel Rocha amenizó el momento
haciendo bailar a propios (vestidos de calaveras piratas) y extraños,
distintas personas que visitaban el lugar.
El show, sin duda se lo llevó una
sexagenaria extranjera y visitante de la ciudad que al paso de las
percusiones comenzó a bailar y motivó a una de las catrinas vestida
de pirata a invitarla a pasar al centro de la entrada del teatro,
convertida en esos momentos en una pista de baile con un halo de
alegría muy peculiar. La dama de bastas experiencias se dejó llevar
por el momento de alegría y rebosó de esta, pues los pasos de baile
con los que brilló en la pista se confundían con los de los jóvenes
bailarines piratas, y al menos en esa pieza musical, se hizo como
ellos. Fue fuertemente aplaudida.
A
unos pasos del lugar, justo en la esquina se instaló un escenario
donde el jarabe tapatío y
distintas armonías de banda sinoalense hacían bailar a un grupo de
jóvenes de baile folkclórico. Una multitud se arremolinó alrededor
de la instalación, que como era en la esquina, el ir y venir de los
transeúntes se volvía una molestia pero no era mayor a la alegría
reflejada por los bailarines caracterizados con sus trajes típicos y
las caras pintadas de catrines y catrinas.
Era inevitable no observar fijamente a
las personas y es que la mayoría traían consigo una sonrisa gigante
que les regalaba el maquillaje blanco de las catrinas en la cara. Las
distintas formas de caracterización de un mismo personaje (la
muerte) hacían un auténtico festival de colores; y este no
respetaba edades, desde el pequeño en brazos de mamá con su traje
negro de mariachi, su mini saco y su pálida cara hasta la abuela que
sigue al pie del cañón con las tradiciones mexicanas.
La plazuela estaba rebosante, y con
ella los flashes de las cámaras por todos lados se hicieron
presentes, casi era imposible caminar sin recibir un pequeño
empujón, una pisada en el pie o un leve golpe, pero seguir para
llegar al kiosko central, valió la pena.
Los
Cryps, como se hacen llamar
tocan en lo alto del kiosko de la plazuela, y es debajo de este donde
los gritos, coreos y baile opacan a los demás escenarios y no porque
los otros eventos sean de menor calidad, sino que la vibra del Rock
and Roll ha llegado a los oídos de los presentes.
Y es que este lugar es mágico, tanto
que en este momento transportó a los que escuchaban a la época
rebelde de nuestros padres o abuelos y a estos, los hizo recordar de
gran manera sus años mozos, tan es así, que eran los que más
coreaban los éxitos setenteros y los que más fuerte se les oía
gritar: ¡otra! ¡otra!
Pero
como los cuatro integrantes de Los Cryps también
son humanos, llegó el momento en el que pidieron un breve receso
para tomar algo, cosa que no fue muy aceptada por el público que
seguía pidiendo canciones, pero que finalmente se compadecieron de
los músicos y ante el silencio de estos, el “procura
coquetearme más” se escuchó,
venía de la esquina.
Fuera
del bar con el nombre Vintage, también
se instaló un escenario, allí se estaban tocando las notas salseras
más pegajosas y el ritmo hacía bailar a muchos de los presentes que
con sus movimientos de caderas y volteretas disfrutaban del momento,
aunque no todos, pues un grupo de muchachos parecía que estaban
obligados a moverse por sus parejas, mostraban una falsa sonrisa que
se borraba al beber la cerveza que traían en las manos, y ahora si,
a partir de que se consumió la última gota, lo estaban disfrutando.
La noche siguió, la fiesta también;
a las 12 de la mañana se supone, las almas de nuestros difuntos
bajan a este mundo terrenal para compartir con sus familiares vivos su
presencia y si les pusieron un altar en casa, también los alimentos.
Excelente trabajo! saludos
ResponderBorrarGracias :) Epero estés muy bien, saludos!
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